viernes, 10 de julio de 2009

miércoles, 8 de julio de 2009

Un 17 de Julio...


A lo largo de todos estos larguisimos años, en los que llevo vagando por este mundo de los vivos, cada vez estoy mas segura, de que hay algo en la historia, que hace que de alguna forma este presente en casi todos los grandes acontecimientos.
El devenir de la historia me situa, sin yo quererlo frente a esos hechos, la mayor parte de veces cargados de violencia. Creo que mi vida se extinguio asi con la violencia de aquellos caballos desbocados que acabaron con ella.

El furor del principio de siglo se iva extinguiendo, pero el Mundo hervia, las cosas tenian que cambiar y Rusia ese enorme pais, donde la riqueza de unos, nos demostraba aun mas la pobreza de otros...La nobleza, vivia en ua desmesurada opulencia y el pueblo se moria de hambre, la revolucion se estaba engendrando y poco a poco fue extendiendo sus brazos para acojer entre ellos a una de las naciones mas grandes del Planeta.
Rusia estaba dominada por los zares , en aquellos años virulentos estaba en el trono, Nicolás II, nacido Nikolái Aleksándrovich Románov , nacido en San Petersburgo, 18 de mayo de 1868 y ejecutado en Ekaterimburgo, 17 de julio de 1918. Fue el último zar de Rusia hasta su abdicación, el 15 de marzo de 1917, su hermano Miguel quien rechazó el ofrecimiento, poniendo fin a la dinastía Románov.

Corria el verano del año 1918, llevaba un par de noches que mi espiritu andaba disperso por ese inmenso pais, atraida por su arte, iva de ciudad en ciudad disfrutando de todas y cada una de sus bellezas, artisticas y arquitectonicas, no obstante flotaba algo en el ambiente, algo que precedia, la transformacion que iva tener ese pais,se acercaba el cambio mas grande , en la historia contemporanea de esa vieja Europa...

Era la madrugada del 17 de Julio, tras quedarme oculta en una cripta de aquel hermoso cementerio de Ekaterimburgo, mis pasos me llevaron como siempre sin yo saberlo hasta una mansion, en uno de sus muros se podia leer el nombre de la misma Casa Ipatiev, algo me hizo atravesar sus muros, como si alguien me empujara a ello...lo que alli presencie, fue algo que nunca iva a olvidar, y supe que la historia de esa madrugada iva a tener, un antes y un despues, me hallaba en el centro mismo de la revolucion mas grande la historia...
De repente vi que estaba en una vacia habitacion, tras una gran puerta oí pasos, en aquel momento decidi hacerme no corporea, presenti que asi debia ser. En aquel momento, el zar Nicolas II, junto a los integrantes de la familia fueron llevados al sótano, donde yo me encontraba y alli fueron fusilados, junto a algunos sirvientes cercanos, un médico leal e incluso el perro del niño. El pretexto era que se les iba a tomar una fotografía antes de partir; o se les iba a trasladar. Nicolás II colocó al heredero en sus rodillas mientras tomaba asiento junto a la zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico a los costados, de pie. Pasaron unos instantes y repentinamente entró Yákov Yurovski con revolver en mano y 17 soldados armados con fusiles a la bayoneta.

Cuando Yákov Yurovski levanta el revolver y declara al zar que el pueblo ruso le ha condenado a muerte, el zar alcanza a balbucear: -" que?"- y le dispara casi a quemarropa. El zar cae instantáneamente muerto y seguidamente los fusileros realizan una descarga cerrada al resto de la familia. Las niñas, que llevaban corsés apretados y además en su interior estaban cargados con joyas, no mueren inmediatamente y son rematadas a la bayoneta. El zar murió con 50 años recién cumplidos.

Una de las sirvientas que no recibió la primera descarga es perseguida dentro de la habitación y rematada a bayonetazos, e incluso la mascota es muerta de un disparo.

Posteriormente los cuerpos son llevados en camiones y depositados en una mina abandonada.

Al día siguiente, Yurovski, temiendo que el rumor sobre el fusilamiento indujera a recuperar los cuerpos, ordenó su traslado y destrucción de los cadáveres por fuego y ácido y arrojarlos a piques de otras excavaciones, ubicadas 12 km fuera de la ciudad, en la mina que se llama "los cuatro hermanos".

Para la ejecución se seleccionaron doce hombres con revólveres. Dos de ellos se negaron a disparar contra las mujeres. Cuando llegó el vehículo, todos dormían. Al despertarlos se les explicó que debido a la intranquilidad existente en la ciudad, era necesario trasladarlos del piso superior al inferior. Demoraron media hora en vestirse. Abajo habíamos vaciado una pieza que tenía un tabique de madera estucado, para evitar el rebote. La guardia se encontraba en disposición combativa en el cuarto vecino. Los Románov no sospechaban nada. El comandante fue a buscarlos en persona y los condujo hacia la pieza. Nicolás llevaba en brazos a Alexis, los demás llevaban almohadillas y otras cosas pequeñas. Al entrar en la habitación vacía, Alejandra Fiódorovna preguntó: "Cómo, ¿no hay ninguna silla? ¿Ni siquiera podemos sentarnos?" (Según el relato de Yurovski, se trajeron dos) Nicolás puso en una a Alexis y en la otra se sentó Alejandra Fiódorovna. A los demás se les ordenó formar una fila. Hecho esto, llamaron al comandante. Cuando este entró, dijo a los Románov que, como sus parientes en Europa continuaban la ofensiva contra la Rusia soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales había decretado fusilarlos. Nicolás se volvió de espaldas, de cara a su familia, y luego, como recobrándose, se volvió y preguntó: "¿Qué, qué?". El comandante repitió la explicación y ordenó al comando que se preparara. Cada uno sabía de antemano contra quién iba a disparar. La orden era apuntar al corazón para evitar el derramamiento de mucha sangre y terminar más rápido. Nicolás no dijo una sola palabra más, de nuevo se volvió cara a su familia, otros lanzaron exclamaciones incoherentes. Luego comenzaron los disparos, que duraron dos o tres minutos. Nicolás fue muerto por el mismo comandante a quemarropa. Luego murieron Alejandra Fiódorovna y su séquito. En total fueron fusiladas doce personas: Nicolás, Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis, sus cuatro hijas: Olga, Tatiana, María y Anastasia - el doctor Botkin, el criado Trupp, el cocinero Tijomírov, el perro de la familia, otro cocinero y una camarera .

Yo estaba muerta pero, senti escalofrios durante horas, tras lo que acababa de ver...


Este relato mio, merece en si unas notas, mis recuerdos muchas veces, quedan velados por el paso del tiempo generalmente, tras esas largas conversaciones con nekrokris, esa humana con la unica que hablo y que trascribe mis historias,las cuales van saliendo a la luz...con esos momentos aveces ludicos y otros terribles.
Hace unas noches nekrokris me leyo, de un bello relato, que una amiga suya habia escrito, ubicaba la historia en Rusia en esa epoca donde la riqueza y el esplendor hacian que toda Europa tuviera los ojos puestos en ella. Eso me hizo recordar lo que aqui esta noche os he contado, le dije a nekrokris que en mi nombre le diera las gracias , a esa su gran amiga.
A si pues este relato esta dedicado a Demoniodehiel, por tocar, magicamente alguna de las fibras de mi memoria pasada. Catriona.

miércoles, 1 de julio de 2009

Una historia de terror...


Anoche, como muchas otras, mi espiritu volo sin rumbo fijo, y acabe en un pequeño cementerio, no muy lejos de aqui.
Desde lo alto podia verlo en su totalidad, a los lados adosados un sinfin de ninchos, alguno muy deteriorados con marchitas flores, otros casi destrozados, los habia con cristalito tras del cual se veian pequeños jarros con florecillas de colores, de plastico o tela,
Algun mausoleo, muy pocos con bellos angeles custodiando a la muerte. (un dia os hablare de ella, tiene mala fama la pobre dama)
En el suelo, losas con un sinfin de cruces, y entre las piedra con mil inscripciones crecia el cesped.
Estando ahi recorde los viejos relatos de mi abuelita, eran terrribles y daban miedo, eran historias reales pasadas de padres a hijos, a ella le encantaba esplicarlas a sus amigos y familia, cuando lo hacia, yo solia esconderme tra un gran sofa, porque mis papas me tenian prohibido oirlas, Dioses como me gustaba esas historias y que miedo daban, ella las titulaba:"Muertos que comen en su sepulcro" y ademas tenia una memoria sorprendente hasta se acordaba de nombres y fechas era una mujer increible mi abuelita.
Aqui os pongo, lo que quedo en mi memoria, pues eran cosas tan terribles que nunca podre borrar de ella.

Dice asi:

A principios del siglo XVIII, Miguel Raufft publicó su De masticatione mortuorum in tumulis, en donde aseguraba y daba por probado que algunos muertos han devorado los forros de paño del interior de sus ataúdes, así como todo lo que estaba al alcance de su boca, y, en algunos casos, incluso su propia carne. Dice que en algunas partes de Alemania, para impedir que los muertos masquen, se les pone bajo el mentón un montoncito de tierra, se les introduce en la boca una moneda de plata y una piedra; y en otros países se les ata fuertemente la mandíbula con un pañuelo.

“Henry –escribe Raufft-, conde de Salm, a quien todos daban por muerto, fue enterrado vivo. En la iglesia de la abadía de Haute-Seille, en la que fuera enterrado, se oyeron por la noche grandes gritos y, por la mañana, al abrir su tumba, lo encontraron con la cabeza doblada hacia abajo y de bruces, mientras que en el momento de enterrarlo estaba en posición de decúbito supino y con la cabeza bien levantada”.

Raufft habla también de una mujer de Bohemia, que en el año de 1345 fue exhumada descubriéndose que se había comido su mortaja. Otro infeliz, un borracho que fue enterrado vivo en el siglo XVIII se había comido la carne de sus brazos. Una señorita de Rousburgo entró en estado de catalepsia y se le creyó muerta. Su cuerpo fue colocado en un sepulcro. Años después murió otro miembro de la familia. Se abrió el sepulcro y se encontró el cuerpo de la señorita junto a la losa que cerraba la entrada. Se había devorado los dedos de desesperación.

Espero no provocaros malos sueños, me sabria muy mal.